Triques
La democracia exige, para sobrevivir, una mayoría, grande, pequeña, mediana, pero mayoría cuya diferencia puede ser definida por un voto. Esa es la mayoría en la que debe asentarse un gobierno democrático.
Así sucedió en México en 2018, y sucedió ahora en Colombia, y seguramente sucederá en Brasil el próximo octubre. Habrá una mayoría vencedora y una minoría que deberá co-gobernar con los integrantes de esa mayoría.
Con el triunfo de Gustavo Petro en Colombia medios, empresarios, ex líderes de opinión, conservadores no esconden su origen antidemocrático y cuestionan este triunfo de la izquierda en Colombia como si se tratara de la voluntad o capricho de una persona. Están acostumbrados a vivir y padecer decisiones unilaterales, y las respetan, siempre y cuando les beneficie.
Sus comentarios no van dirigidos a la percepción de decisión de la mayoría o de la voluntad popular sino contra una postura que les incomoda y como tal, la rechazan y, desde ahora, al descalifican. Continúan con la obsesión del comunismo que les ha servido más a la derecha para infundir miedo que a la izquierda para construir gobiernos.
De inmediato los sectores que tienen en sus manos la difusión dela información se atropellan para desdibujar la decisión legítima de un pueblo, acción que es la esencia de la democracia, pero se trata de una democracia que a ellos no les gusta. Porque prefieren una simulación de democracia, con un presidente espurio, unos funcionarios corruptos y unos medios de información mentirosos, por decir lo menos.
Esa era la realidad de México. Desde luego no vivimos en la honestidad químicamente pura, ni en la perfección de un Estado ideal, tampoco en la precisión de las decisiones, ni en la eficacia completa de las instituciones de gobierno, pero desde el momento en que una administración pública actúa contra la corrupción, es un avance. Antes, se reconocía y se simulaba combatirla. Los medios aseguraban que no mentían, y los presidentes juraban que eran elegidos por la mayoría.
El tiempo de la democracia llegó y habrá inconformes que no integran una mayoría. Fueron un pequeño grupo que hablaba en nombre de la mayoría que es una situación muy diferente. Todo esto es una situación totalmente antidemocrática, discriminadora, excluyente, racista, clasista, explotadora.
Los primeros en tratar de descalificar la decisión de la mayoría de otro país son los medios, porque saben que en ese avance va de por medio el detrimento de sus ganancias. La democracia real exige verdad, y los medios convencionales en América Latina no están acostumbrados a sobrevivir sin mercantilizar la información y monetizar la realidad. Vivieron toda su vida, a la sombra financiera de los gobiernos corruptos que les compraban sus espacios para ocultar una realidad que esas mismas mayorías sufrían, pero al aparecer en los medios daba la impresión de que todo era felicidad y bonanza.
La victoria de Petro en Colombia, implica una serie de situaciones y matices que deberíamos conocer y valorar, como el hecho de que en las boletas hubiera un espacio en blanco para anular el voto. Bastaba con un punto en ese cuadro para sustituir la voluntad popular por la nada.
En una rampa dedicada a los miles, tal vez millones de colombianos que votaron por vez primera, que fueron los que llevaron a Petro a la Presidencia. Este tipo de trampas son muy similares a las que existían en México y la presencia del simulador de la democracia Lorenzo Córdova no es gratuita, esta artimaña bien pudo ser sugerida por él, porque ahora nadie duda de su filiación conservadora y antidemocrática. El hecho de que Córdova fuera observador en esa elección es un mal augurio para cualquier democracia. Se trata de un punto muerto en la evolución de la política latinoamericana. La democracia de antes era dictadura.
Hacerle gestos a un triunfo democrático en otro país no sólo implica un desapego permanente por la democracia sino una intromisión a la voluntad popular de un pueblo que si bien comparte con nosotros las raíces, es autónomos en la forma de elegir a sus mandatarios e independiente para saber que la simulación no es democracia.