Columna: Expedientes MX
Los grandes conglomerados empresariales y las cadenas farmacéuticas, verán en el corto plazo un mercado multimillonario a causa del coronavirus. Tal y como ha quedado fehacientemente patente aquí hay un mercado masivo que todos se quieren comer, que representa mucho dinero, y mucho más en influencia geoestratégica. La salud de los ciudadanos para algunos es lo de menos, y tratan de vender únicamente una solución a un problema macroeconómico, facilitando alcanzar la inmunidad de rebaño.
Algunos fabricantes y dirigentes mundiales parecen preocuparse estricta y exclusivamente por dar una solución a la grave pandemia global.
En medio de la crisis sanitaria, por ejemplo, el laboratorio Pfizer que elabora con BioNTech una de las vacunas contra la Covid-19, se frota las manos y anticipa en todo el mundo una cifra de ventas de 33 mil 500 millones de dólares en 2022.
Un colectivo de ONGs internacionales entre las cuales figura Oxfam denuncia la situación de monopolio de estos grandes laboratorios y los precios exorbitantes que pagan los países para vacunar a su población.
Y es que el surgimiento de la nueva ola de contagios ha puesto nuevamente en atención sobre las condiciones y limitaciones de la oferta de vacunas a nivel mundial. La esperanzadora alternativa provista por la ciencia en tiempo récord para combatir la mayor pandemia del último siglo queda desdibujada por la evidencia de un avance lento y desequilibrado de la imprescindible y urgente necesidad de una vacunación mundial generalizada.
De todas formas, y por el juego de presiones y de intereses privados en juego, las negociaciones de vacunas en el marco de la emergencia sanitaria mundial tomaron una dinámica desequilibrada y perturbada. Por lo pronto, los vendedores han exigido a los gobiernos que las negociaciones sean reservadas, y de allí el misterio de los precios que se pagan] y de las exigencias planteadas en cláusulas contractuales que, de transparentarse, evidenciarían a la sociedad otras inconcebibles ventajas y prebendas exigidas por los oferentes (grandes pagos anticipados, condicionalidad de entrega, garantías de no exponerse a riesgos de juicios en tribunales locales, costos de logística y seguros y muchos más) y la subordinación y postración para el demandante.
Aquí en México la información sobre las compras ha sido reservada por cinco años. De manera reciente, India y Sudáfrica presentaron una propuesta común ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) solicitando la suspensión temporaria de los derechos de propiedad intelectual relacionados con las vacunas y tratamientos contra el Covid-19.
Como era de esperarse, ésta fue rechazada en un principio por los países más desarrollados como Estados Unidos, la Unión Europea y Gran Bretaña, de donde por cierto son originarias empresas proveedoras actuales de vacunas, alegando que una restricción al derecho de propiedad intelectual podría ser considerada una usurpación y limitaría el incentivo privado para realizar futuras inversiones en investigación y desarrollo.
América Latina debe tomar un rol activo ante un debate que ha comenzado a abrirse a nivel mundial y que debe reforzarse ante tanta desproporción y desequilibrio en la accesibilidad a las vacunas. Paradójicamente, en el caso de las vacunas contra el Covid-19, no se justifica el reclamo de una renta tecnológica garantizada a largo plazo con el monopolio de patente reclamado por las empresas por un periodo de 20 años.
Las inversiones de éstas fueron realizadas en forma abrumadora con fondos y el apoyo de los países a través de enormes subsidios, anticipos de compras a riesgo, puestas a disposición de institutos de investigación pública, y ayuda directa a la realización y seguimiento pruebas de campo. La desgracia mundial tiene a sus ganadores, y será en breve que la comercialización de la vacuna tendrá un latente mercado en puerta. Veremos.
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