Los privilegios, la impunidad e insaciables acaparamientos de tierras crecen contra ejidatarios mayas en municipios y comisarias yucatecas, además los solapamientos por daños de contaminación al subsuelo y el ecosistema en las comunidades. En el sureste mexicano, las tierras de uso común de los ejidos, “constituyen el sustento económico de la vida en comunidad del ejido” (Art. 73, Ley Agraria).
Son las tierras con mayor riqueza en términos de biodiversidad, ya que en ellas se encuentran, selvas, bosques y fauna asociada (recordemos que, a nivel nacional, el 70 % de los bosques se encuentra bajo el régimen de propiedad social). Constituyen También el principal patrimonio colectivo de los habitantes campesinos e indígenas mayas, como es en todo Yucatán, quienes, con y algunos sin derechos agrarios, históricamente las han usufructuado para hacer la milpa, practicar la apicultura, la cacería, y para abastecerse de leña, plantas medicinales y todo lo que converge para su supervivencia.
Importante saber que las tierras de uso común ejidal, concebidas por empresarios y gobierno como “improductivas” y disponibles para ser “explotadas”, están hoy gravemente amenazadas por proyectos de desarrollo económico de pequeña y gran envergadura. Entre 1994 y 2018, una superficie de 355 304 hectáreas de uso común en la Península de Yucatán fue parcelada y titulada individualmente; en el mismo periodo, 190 780 hectáreas fueron convertidas a dominio pleno. Desde la perspectiva de los ejidos, este proceso puede significar la privatización de más del 70 % de sus tierras de uso común.
Esa gran amenaza voraz va apoderándose de las tierras ejidales, por grupos de familias yucatecas millonarias reconocidas, dueñas de grandes inmobiliarias, constructoras, gasolineras y socios de grandes negocios y fortunas en Yucatán, los cuales no solo han devastado la capital meridana, sino también están dañando y apropiándose de las miles de hectáreas de los mayitas en los municipios del estado y lo que más indigna es que las autoridades estatales y federales están a su merced y todo se refleja en que los desarrollos inmobiliarios no paran, por nada, ni por nadie,
Cabe destacar que, desde hace dos décadas, la Península de Yucatán se ha convertido en un lugar atractivo para inversiones públicas y privadas que han provocado cambios de uso de suelo y procesos de privatización de las tierras ejidales, las cuales conforman el 60 % del territorio regional. Esta transformación es producto del acaparamiento de tierras y está vinculada al desplazamiento de capitales que han llegado a la Península, pero que están acabando con las tierras ejidales de los verdaderos dueños, pero con artimañas y por la necesidad de muchos campesinos e indígenas, los despojan pagándoles migajas o enfrentando a los pobladores y comprando a comisariados ejidales