Famosa en todo el mundo, poseía en grado extraordinario el don de ganarse el amor y la admiración de cuantos la trataban.
Hoy en nuestra sección de esoterismo hablaremos sobre Santa Francisca Romana
Como monja perteneció a la Orden de San Benito, formando parte de las denominadas oblatas benedictinas. Durante su vida supo soportar algunas de las pruebas más grandes que puede sobrellevar una mujer. La muerte de sus hijos, quedar viuda y ver sus tierras expoliadas.
En medio de aquellos sufrimientos, a Francisca se le concedió la gracia de poder ver a su ángel de la guarda y experimentarse siempre cuidada, guiada y protegida. Ella lo describió así: “era de una belleza increíble, con un cutis más blanco que la nieve y un rubor que superaba el arrebol de las rosas. Sus ojos, siempre abiertos tornados hacia el cielo, el largo cabello ensortijado tenía el color del oro bruñido”.
Santa Francisca nació en Roma el año 1384. Cuando tenía 12 años experimentó las primeras inquietudes vocacionales y el deseo de hacerse monja. Sin embargo, sus padres la casaron. Ella, en consciencia y asistida por su gran fe, no solo aceptó aquel matrimonio. Sino que formó un hogar hermoso y santo, al que Dios bendijo con tres niños varones. Sin embargo, a causa de la peste negra que asolaba Europa, terminó perdiendo a dos de sus pequeños. Esa tragedia la sensibilizó mucho frente a la realidad de los que viven en pobreza. Por lo que repartió sus bienes entre ellos y empezó a atender con bondad y paciencia a los enfermos. Fueron tiempos duros los que le tocó vivir, pero ella siempre acogía con dulzura a todos; la gente decía que quien acudía a Francisca siempre se llevaba algún consuelo.
Años después, su marido, que formaba parte del ejército del Papa, fue herido en combate. Entonces Francisca le dedicó todo el tiempo que pudo, lo acompañó en su agonía y permaneció a su lado hasta que murió.
Francisca, junto con un grupo de compañeras, hizo su consagración (Oblación) a Dios el 15 de agosto de 1425, día de la Asunción de la Virgen María; de manera que pasó a formar parte de la cofradía de oblatas benedictinas, bajo la dirección de los monjes olivetanos. El régimen de los oblatos no incluía ni clausura ni votos, porque querían continuar con el servicio a los más pobres pero dedicando tiempo a la oración y meditación.
En 1433 Francisca fundó el monasterio de Tor de’Specchi al que se mudó junto a las oblatas que deseaban tener una vida en común y fortalecer su servicio a los demás. El Papa Eugenio IV aprobó la iniciativa y el grupo de mujeres se convirtió en la única congregación religiosa de oblatas con votos privados y vida en común, hasta el día de hoy.
En diálogo con ACI Prensa el benedictino olivetano, P. Teodoro Muti, expresó que “Santa Francisca Romana fue la Madre Teresa del siglo IV. Era la santa de los pobres y necesitados. Pertenecía a una familia rica y noble, pero asistía a los enfermos en los hospitales y se preocupaba también por su salud espiritual”.
Santa Francisca Romana murió el 9 de marzo de 1440 y fue canonizada el 9 de mayo de 1608 por el Papa Paulo V.