Triques
La Iglesia católica esperaba el mejor momento para actuar políticamente desde el inicio del sexenio, el pretexto lo encontró en el asesinato de dos padres jesuitas, en Chihuahua. Desde el inicio del conflicto, la oposición tergiversó las responsabilidades y delimitó culpas, recargó todo el peso del asesinato al gobierno federal, a pesar de que se trataba de un proceso legal del orden común.
Aquí, los partidos conservadores colocaron las herramientas necesarias para que el clero actuara, hicieron de la proliferación de la información falsa una especie de alfombra roja para que el clero actuara a sus anchas y repartiendo pecados a diestra y siniestra de la administración pública federal, desde ese momento tuvo de su parte a los medios, que no repararon en verificar fuentes ni en comprobar datos, simplemente abrieron sus espacios.
La Conferencia del Episcopado Mexicano publicaron en los medios un aviso bastante exagerado y exótico llamado Mensaje de los obispos mexicanos por la paz, donde señalaba: el crimen se ha extendido por todas partes, trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad, afectando las actividades productivas en las ciudades y en el campo, ejerciendo presión con extorsiones a quienes trabajan honestamente en los mercados, en las escuelas, n los pequeñas, medianas y grandes empresas. Se han adueñado de las calles, de las colonias, y de los pueblos enteros; además, caminos. Carreteras y autopistas…”.
Si esto no es proselitismo entonces será un padre nuestro de los sacerdotes mexicanos dela tos vuelos.
La Iglesia vio un hueco en la información y, de inmediato se infiltró hasta retomar el protagonismo del caso. Convocó a una gran marcha el domingo 10 de julio, llena de símbolos, porque partiría de la estela de Luz, un monumento innecesario e insultante como pocos en el país, construido con un alto sobreprecio nada menos que por Felipe Calderón. La marcha llegaría hasta donde pudieran resistir sus integrantes, la mayoría con muchos años y la minoría joven, pero poco acostumbrada a caminar.
El desaire que recibió la Iglesia católica el 10 de julio, la enfrentó en su realidad, pudo darse cuenta de que ya no hilvana el social, lo cual es muy serio, porque nunca en la historia de México había sucedido esto.
La responsabilidad tiene origen tan disperso como contundente, empezando por los excesos de los miembros de la grey. La distancia que existe entre la jerarquía católica y la población, el afán por roer el poder desde el púlpito, la ambición de recuperar lo que para el clero era de su propiedad desde antes de las leyes de reforma, etc.
En México cíclicamente la Iglesia católica realizan intentos de recuperar sus canonjías y fortunas, de asociarse con el poder, de utilizar a la población para sus fines más terrenales. En época dela Colonia Iglesia y estado estaban bendecidos por dios, porque la monarquía asegura que a los reyes los nombran desde las alturas.
Se aproxima un tiempo de embates del clero contra el gobierno pero ya no contará con la población, ésta lo dejó muy claro el domingo 10. Lo que sucedió un día después es un adelanto de lo que viene en materia de información, me manipulación, de medios y de estrategia conservadora.
El lunes 11 pudimos ver que los medios tradicionales tenían en lugares destacados la noticia de la oración por la paz, anunciaban un evento desangelado en la estela de Luz, con gráficas cuyos ángulos negaban la poca asistencia. El hecho debía ser magnificado por los medios, aunque no tuviera trascendencia. Lo trascendente es la pérdida de fuerza política y social de un clero con más señalamientos penales que espirituales y que los mexicanos empiezan a repudiar, sobre todo a la hora de tomar las calles.
Quienes crean que el asesinato de los dos jesuitas indignó al clero y por ello actúa políticamente están muy equivocados. Es el pretexto que esperaban para su cíclica intervención política, que, de no detenerse, podría convertirse en una Cristiada del siglo XXI.
No cabe duda el clero pierde terreno y su decadencia es irreversible en la historiad e México y de la Humanidad.