Sin Remitente
Cada vez menos el COVID-19 ocupa la agenda de los ciudadanos en su vida cotidiana. Muy pocos están enterados ya de las nuevas variantes y de su impacto.
En el caso de Tabasco, el decreto para hacer obligatorio otra vez el uso de cubre bocas en espacios cerrados y abierto parece pasar desapercibido por la población. Los grandes centros comerciales dejaron atrás la rigurosidad para exigir a la gente el cubre bocas al ingresar o para ofrecer gel antibacterial.
Los partes de casos de COVID-19 y fallecidos continúan difundiéndose cada ocho días con cifras que van en ascenso y que están dejando de ser sorpresivas o alarmantes.
Lo que atestiguamos, para bien, es que la pandemia está pasando a convertirse en una enfermedad normal que cualquiera, como sucede con la gripa, puede padecer. La población adulta sigue acudiendo a vacunarse y ahora los niños. Atrás quedaron las teorías de conspiración y las campañas de los antivacunas.
Así tiene que ser. Es una realidad que los tabasqueños -y mexicanos en general- ya no podemos seguir siendo rehén del virus que vino a trastornar nuestras vidas durante más de dos años.
Lo que queda solo es apelar a la responsabilidad de los ciudadanos para que usen el cubre bocas en los espacios en los que sean necesarios, lo exijan o no.
Estamos más que convencidos que el COVID-19 seguirá entre nosotros de por vida y que la medida para su contención seguirán siendo las vacunas y las medidas preventivas para evitar el contagio.
Los gobiernos estatales tendrían que empezar a evaluar si los decretos siguen siendo efectivos como medidas obligatorias, o ha llegado el momento de cambiar de estrategias para que con campañas bien orientadas se eduque a la población de todas las edades y adopten hábitos sanos de salud para protegerse del virus. El virus es parte de nuestra vida y tenemos que aprender a vivir con él, con o sin decretos gubernamentales de por medio.