Columna: Expedientes MX
Sobre el ambiente histórico nacional a causa del asesinato de candidato presidencial de 1994, Luis Donaldo Colosio Murrieta, siempre habrá un villano favorito llamado Carlos Salinas de Gortari. Durante el sepelio del sonorense, Salinas llegó muy solemne a dar el pésame a la viuda Diana Laura, pero cuando se acercó al féretro a realizar una guardia de honor, se llevó tremenda abucheada y el grito de los asistentes de “él fue, él fue, él fue”. El colmo fue el montaje de Salinas de Gortari, ya como ex presidente, cuando se declaró en huelga de hambre en una casa de la ciudad de Monterrey, para lograr hablar con el presidente de ese entonces Ernesto Zedillo y que éste manifestara públicamente que él, no estaba involucrado en el asesinato de Colosio.
De acuerdo al expediente al que se tuvo acceso, generado en 1996, cuando Luis Raúl González Pérez era el subprocurador especial de la entonces PGR para investigar el caso, sobre salen 52 tomos que contienen 20 mil 455 fojas, más 110 anexos y 182 ampliaciones de declaración, lo que suma un total de 732 atestados ministeriales, se formularon 245 solicitudes de información a diversas dependencias, 191 investigaciones de la Policía Judicial Federal y 168 dictámenes periciales.
Por si fuera poco, según el documento, se habían recabado 550 declaraciones, pero hay cinco en especial de estos personajes: Manuel Camacho Solís (†), José Córdoba Montoya, Manlio Fabio Beltrones y Ernesto Zedillo. Y una más, con fecha 26 de noviembre de 1996, dirigida a Luis Raúl González Pérez –cuarto subprocurador especial designado– firmada por Carlos Salinas de Gortari.
En esta declaración, al ex mandatario federal establece algunas importantes revelaciones. “Deseo afirmar primero que todo y sin equívoco alguno, que las filtraciones y acusaciones que se han hecho circular en mi contra en el curso de los últimos meses, y hasta el día de ayer en torno al asesinato de Luis Donaldo Colosio, son absolutamente falsas e irresponsables, y carecen de todo fundamento”.
Carlos Salinas expuso que el crimen en contra de Luis Donaldo Colosio, “fue, y que quede muy claro, un golpe tremendo en contra mía y de mi gobierno. Si alguna estrategia política quedó dañada a raíz del crimen, fue la que compartimos Colosio y yo con las principales fuerzas representativas de la sociedad mexicana”.
Siendo el personaje público más informado de su momento, y que orquestó diversos movimientos estratégicos como el envío del ex gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones a entrevistarse con el autor material, Mario Aburto, dijo. “No tengo ninguna información con relación a la autoría material del atentado, que no sea la que se ha generado en el curso de las investigaciones. Como bien se sabe, las investigaciones que se llevaron a cabo en el curso de mi administración, coincidieron en la responsabilidad directa del asesino confeso, Mario Aburto”.
Salinas detalló no tener tampoco información “con relación a la autoría intelectual, si ésta fue otra que la del propio asesino, aunque tampoco puedo asegurar, por no tener las bases para hacerlo, que no ha existido al momento una conspiración por detrás del atentado”.
Sobre el discurso que pronunció Colosio el 6 de marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución, y que el círculo rojo identificó como un distanciamiento, expresó. “Y del cual, se han querido hacer infundadas interpretaciones me permito comentar que en la historia de las campañas presidenciales del PRI, muestran que los candidatos van tomando su propio perfil, lo que se refleja en sus pronunciamientos públicos”.
Un punto central que señaló fue sobre la seguridad del candidato, al respecto dijo que fue el propio Luis Donaldo Colosio quién le pidió expresamente que su jefe de seguridad fuera el general Domiro Roberto García Reyes. “Luis Donaldo me explicó que tenía muy alta estima al desempeño del general Domiro García, como responsable de la seguridad en las visitas de su Santidad el Papa a México”.
Sin lugar a dudas en este país, la muerte de Colosio desató una crisis política, social, económica y de inseguridad que hasta la fecha no se ha detenido. En pocas palabras, asesinar a un candidato presidencial, bajo un evidente magnicidio orquestado develó a una nación descompuesta en sus entrañas administrativas. Nadie fue y nadie supo. Cuando la pregunta fue directa al poderoso creador de la inteligencia política y extinto Fernando Gutiérrez Barrios sobre quién mató a Colosio, sólo asistió: “Fuente Ovejuna, todos y nadie”.
El 23 de marzo de 1994 México empezó a cambiar, el país entró en un proceso de violencia que 27 años después todavía no cesa, porque vivimos en una estructura social, que para mal, se puede todo. Cuando el mismo ex presidente de la República, según sus argumentos, no supo que pasó, comenzó el verdadero problema: la impunidad.